Espasmos infantiles: ¿Qué son y cuándo acudir al médico?
Los espasmos infantiles pueden ser una experiencia muy desconcertante para cualquier madre o padre. Ver a un bebé o a un niño pequeño presentar movimientos bruscos, sacudidas o posturas extrañas genera preocupación. Pero, ¿qué son exactamente los espasmos infantiles? ¿Son siempre motivo de alarma? ¿Cuándo es importante buscar atención médica?
En este artículo te explicamos, todo lo que necesitas saber sobre los espasmos infantiles: qué son realmente, cuándo se debe acudir al médico y por qué se producen.
ÍNDICE
¿Qué son los espasmos infantiles?
Los espasmos infantiles son una forma de convulsión que puede aparecer en bebés, normalmente entre los 3 y los 12 meses de vida. A menudo se manifiestan como movimientos súbitos de la cabeza, el cuello, los brazos o el tronco, que suelen durar solo unos segundos. A veces pueden parecer simplemente sobresaltos, pero se repiten en series o racimos, varias veces al día.
Aunque pueden parecer leves o pasar desapercibidos, es importante prestarles atención, ya que en algunos casos pueden estar relacionados con trastornos neurológicos.
¿Cómo reconocerlos?
Los espasmos infantiles no siempre se presentan como una convulsión típica (con pérdida de conciencia o sacudidas violentas). Por eso, muchas familias pueden tardar en identificarlos.
Algunas señales comunes incluyen:
- Movimientos breves y repetitivos de flexión del cuello, brazos o piernas.
- El bebé parece “encogerse” o hacer un gesto como de sobresalto, pero de forma repetida.
- Se pueden acompañar de una mirada fija o perdida.
- En algunos casos, el bebé deja de sonreír o mostrar interés por el entorno como lo hacía antes.
- Los episodios suelen durar entre 1 y 5 segundos, pero se repiten muchas veces seguidas (a veces hasta 100 espasmos en una sola serie).
A simple vista, pueden confundirse con cólicos, sobresaltos normales o incluso reflejos, por eso es tan importante estar atentos y consultar ante la duda.
Causas de los espasmos infantiles
Los espasmos infantiles pueden tener distintas causas, que se agrupan en tres grandes categorías:
1. Causas sintomáticas
Ocurren cuando hay una lesión o alteración conocida en el cerebro. Algunas posibles causas incluyen:
- Falta de oxígeno al nacer (asfixia perinatal).
- Infecciones del sistema nervioso (como meningitis o encefalitis).
- Malformaciones cerebrales.
- Trastornos genéticos o metabólicos.
2. Causas criptogénicas
Las causas criptogénicas son aquellas en las que no se puede identificar una causa clara ni visible a través de las pruebas médicas convencionales, como una resonancia magnética o un análisis genético. Sin embargo, el equipo médico sospecha que hay un problema neurológico subyacente, aunque este aún no se pueda detectar con exactitud.
Este tipo de espasmos infantiles se sitúan en un punto intermedio entre los idiopáticos (sin causa conocida y con desarrollo previo normal) y los sintomáticos (cuando hay una lesión o condición cerebral ya diagnosticada).
3. Causas idiopáticas
No hay causa identificable y el bebé se ha desarrollado con normalidad hasta el momento del inicio de los espasmos.
Uno de los síndromes más conocidos asociados a los espasmos infantiles es el síndrome de West, una encefalopatía epiléptica que, además de los espasmos, se caracteriza por un patrón anormal en el electroencefalograma (EEG) llamado hipsarritmia y un posible retraso en el desarrollo psicomotor.
¿Cuándo acudir al médico?
Detectar los espasmos infantiles a tiempo puede marcar una gran diferencia en el desarrollo neurológico del bebé. Por eso, es muy importante saber cuándo consultar con un profesional.
Aunque algunos movimientos en los primeros meses de vida son normales, hay señales de alerta que no deben pasarse por alto:
- Tu bebé presenta movimientos bruscos, breves y repetitivos, especialmente en el cuello, tronco o brazos.
- Estos movimientos ocurren en agrupaciones o series, especialmente al despertar o justo antes de dormirse.
- Notas que el bebé deja de sonreír, balbucear o fijar la mirada como lo hacía antes.
- El pequeño parece estar más desconectado del entorno o menos activo.
- Los movimientos te resultan extraños o inquietantes, aunque no estés seguro de que sean espasmos.
En cualquiera de estos casos, lo más recomendable es acudir primero al pediatra de cabecera. Él o ella valorará la situación y, si es necesario, derivará al bebé a neurología infantil para realizar una evaluación más profunda.
¿Cómo se diagnostican los espasmos infantiles?
Detectar los espasmos infantiles de forma temprana es fundamental para mejorar el pronóstico del niño. Si como madre, padre o cuidador sospechas que tu bebé presenta movimientos inusuales o repetitivos, el primer paso es acudir al pediatra. El médico general valorará los síntomas y, en caso de sospecha, derivará al bebé a un neurólogo infantil, que es el especialista más capacitado para evaluar este tipo de cuadros neurológicos.
El diagnóstico de los espasmos infantiles no siempre es sencillo, ya que pueden confundirse con otros movimientos normales de los bebés, como los sobresaltos por reflejo, cólicos o espasmos benignos del lactante. Por eso, los especialistas suelen basarse en varios elementos para confirmar el diagnóstico:
Historia clínica detallada
El médico te preguntará sobre diversos aspectos para comprender mejor la situación: cuándo comenzaron los movimientos, con qué frecuencia ocurren y cómo son exactamente los espasmos. También querrá saber si estos se producen al despertar o al quedarse dormido, y si has notado cambios en el desarrollo del bebé, como pérdida de habilidades que ya había adquirido, menor contacto visual o una disminución en la respuesta a estímulos.
Electroencefalograma (EEG)
El EG es una de las pruebas más importantes para confirmar el diagnóstico. Registra la actividad eléctrica del cerebro mediante unos electrodos colocados en el cuero cabelludo del bebé.
En los casos de espasmos infantiles, el EEG puede mostrar un patrón característico llamado hipsarritmia. Este patrón es caótico, desorganizado e irregular, y se considera un signo clave del síndrome de West, una de las formas más conocidas de espasmos infantiles.
Resonancia magnética cerebral (RM)
La resonancia magnética cerebral permite obtener imágenes detalladas del cerebro. Es muy útil para:
- Detectar malformaciones congénitas.
- Identificar secuelas de lesiones perinatales (como falta de oxígeno al nacer).
- Evaluar posibles tumores, infartos cerebrales o infecciones previas.
Aunque no todos los bebés con espasmos infantiles presentan alteraciones visibles en la resonancia, esta prueba ayuda a identificar causas estructurales que podrían estar detrás del problema.
Pruebas metabólicas y genéticas
Cuando no se detecta ninguna causa clara en el EEG o la resonancia, o si hay sospechas de enfermedades hereditarias, se pueden solicitar estudios más específicos, como:
- Análisis de sangre y orina para detectar trastornos metabólicos.
- Pruebas genéticas, que permiten identificar mutaciones relacionadas con síndromes epilépticos o enfermedades raras.
Estos estudios ayudan a conocer mejor el origen del trastorno, elegir el tratamiento más adecuado y también orientar a las familias sobre la evolución y posibles riesgos en futuros embarazos.
Evaluación del desarrollo
Además de las pruebas médicas, el especialista observará cómo se comporta y desarrolla el bebé de manera cotidiana. Este análisis permite determinar si los espasmos han afectado el desarrollo neurológico o si el bebé necesita apoyo adicional con terapias de estimulación temprana.
Recuerda que, aunque esta información puede ayudarte a entender mejor qué son los espasmos infantiles y cómo actuar, nada sustituye la valoración de un profesional de la salud. Cada bebé es único, y solo un equipo médico especializado puede determinar con precisión el diagnóstico y el tratamiento más adecuado.
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