Cómo vive en las capas de la piel humana el Acarus Scabiei,

Cómo vive en las capas de la piel humana el Acarus Scabiei

Con motivo del 100º aniversario de Seguros Afemefa difundiremos un artículo histórico semanal, publicado en la revista oficial de la Asociación Ferroviaria Médico-Farmacéutica, para rememorar nuestros inicios con todos vosotros.

Esta semana os dejamos un artículo sobre el Acarus Scabiei, escrito por el doctor Sanz Beneded, especialista en enfermedades de la piel y específicas, y publicado en la revista VIDA FERROVIARIA en marzo de 1928.

El doctor habla sobre el ‘modus operandi’ de este parásito, productor de la sarna, enfermedad que padecían frecuentemente muchas personas de las clases más humildes de la sociedad de la época, debido al hacinamiento en el que vivían.

El responsable de la sarna

Aunque sólo sea por curiosear, penetremos hoy en el mundo de lo casi infinitamente pequeño, y con una buena lupa y un potente microscopio, vamos a sorprender la vida de un pequeño insecto que elige como vivienda la piel humana, para producir con sus trabajos y movimientos el síntoma «picor», el más importante y característico de los que integran la vulgar enfermedad de la piel conocida con el nombre de sarna.

Estudiemos someramente la piel humana, tan complicada en su estructura, a pesar de su aparente sencillez, y veamos después cómo es y cómo trabaja ese pequeño parásito, noctámbulo tan incorregible en sus costumbres, que consigue contagiar de insomnio a los enfermos que, bien a su pesar, le albergan.

Las capas de la piel

La piel es un medio protector de defensa contra todos los agentes externos que acechan al organismo humano, y como tal, recubre en su totalidad la superficie corpórea.

Dos capas la integran: epidermis y dermis. La primera, superficial, formada por células, se adapta íntimamente al dermis, contorneando sus relieves y depresiones. El dermis, capa la más esencial e interesante, está formada de fibras elásticas y de fibras de tejido conjuntivo, entre cuyas mallas se encuentran diseminados los folículos pilosos, las glándulas productoras del sebo y sudor, los vasos capilares y una vasta red de filetes nerviosos, transmisores de la sensibilidad del tacto.

Pues bien: en las capas más superficiales de la piel se instala, por el contagio, el insecto cuyas curiosas costumbres vamos a referir.

El Acarus Scabiei

Zoológicamente considerado, es un insecto del género Artrópodos y de la clase Acarus. La hembra es mayor que el macho, y, naturalmente, dadas sus pequeñísimas dimensiones -hembra, treinta cinco centésimas de milímetro de largo por medio milímetro de ancho; macho, veinte centésimas de milímetro de largo por treinta y cinco ídem de ancho-, son muy difícilmente visibles al ojo desnudo.

Su forma es atortugada; el cuerpo, cruzado por surcos transversales, ligeramente ondulados, y la cabeza provista de una trompa cónica. Tal disposición le permite, durante su marcha por las galerías que labra en la piel, el ir amontonando sobre el dorso las pequeñísimas escamas que forma en su labor de horadación, las que, superpuestas, le sirven de coraza protectora.

El macho vive durante el día en las capas más superficiales de la epidermis, sin caminar ni iniciar movimiento alguno. En cambio, apenas comienza a anochecer -e igual ocurre si el enfermo duerme de día y pasa la noche dedicado a sus ocupaciones-, el parásito sube a la superficie de la piel, donde encuentra a la hembra y la fecunda. Esta, comienza enseguida a perforar la epidermis, en la que labra una galería, por continuo avance, a la par que deposita en el fondo sus huevos.

De éstos nacen, a los dos o tres días, las larvas; enseguida, los nuevos insectos perforan la bóveda del túnel y logran llegar a la superficie de la piel. Allí sufren su transformación en ninfas y más tarde en adultos, y las hembras, después de fecundadas, penetran nuevamente en la epidermis, para iniciar el ciclo evolutivo descrito.

El descubrimiento de todos estos datos, síntesis de las curiosas costumbres del Sarcoptes, vino a explicar las causas y razones de muchos síntomas de la enfermedad. Efectivamente; la facilidad con que la sarna se contagia durante la noche, y lo excepcional del contagio diurno, lo explica perfectamente el temperamento noctámbulo del parásito. Por la misma razón, en estos enfermos el prurito o picor comienza al caer la tarde, se exacerba durante las primeras horas de la noche y se atenúa al amanecer, hora en que el insecto entra en reposo.

Enfermedad de difícil diagnóstico

En la práctica no es tan sencillo el diagnóstico de esta enfermedad, como los libros describen. Frecuentemente se hallan enmascaradas las lesiones por eczemas e infecciones secundarias, y esto hace que la observación de un «surco acariano» sea casi una rareza.

Cuando, en algunos casos, por medio de una lente de alguna potencia aumentativa, se logra encontrar uno, se presenta bajo el aspecto de una línea oscura flexuosa con numerosos zig-zás y de muy variable longitud, aunque corrientemente inferior a un centímetro. Tampoco presenta el surco aspecto uniforme en sus dos extremos: en el trazo profundo, puede percibirse un punto, suavemente amarillento, que localiza la presencia del parásito, y en sus vecindades, unos cuantos puntitos negros casi imperceptibles que corresponden a los orificios abiertos por las ninfas en la bóveda de la galería, para emigrar a la superficie.

Y he aquí cómo este microscópico «topo», cuya vida y costumbres nos son perfectamente conocidas, produce la vulgar y prosaica «sarna», compañera inseparable y segura de la miseria el hacinamiento en que, por su desgracia, se ven obligadas a vivir las más humildes clases de nuestra sociedad.

 

DOCTOR SANZ BENEDED

Especialista de enfermedades de la piel y específicas.

Transcripción original